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miércoles, 30 de marzo de 2016

LOS PELIGROS ESCONDIDOS EN EL JUDAISMO MESIANICO PARA LOS CRISTIANOS

Existen muchos conceptos con referencia  a Los Peligros escondidos en el Judaísmo Mesiánico, pero lo primero y a manera introductiva en el tema, quise hacereste artículo con el fin de ALERTAR A ALGUNOS HERMANOS DE NUESTRA FE CRISTIANA, que por su falta de conocimiento, creen fácilmente en este tipo de filosofías...  
Quiero empezar haciendo un pequeño esbozo  
El movimiento denominado Judaísmo Mesiánico comenzó aproximadamente a mediados del siglo XIX en Inglaterra, en comunidades judías que aceptaban a Jesús como el Mesías de Israel. Así se extendió mucho y se hizo muy numeroso en el siglo XX por Europa y América. Hoy existen algunos miles hasta en el Estado de Israel.
El propósito esencial de este movimiento no es el de convertir cristianos gentiles al judaísmo, sino el de convertir judíos al cristianismo. La conversión de cristianos al judaísmo es considerada por algunos como una estrategia misionera de los judíos mesiánicos, con el fin de tener más personas con las cuales trabajar para convertir a judíos.
La conversión de judíos al cristianismo ha sido casi que una obsesión por parte de los cristianos gentiles (principalmente de los católicos) desde tiempos inmemoriales. Estas conversiones en aquellos tiempos casi siempre eran forzadas e implicaban para el judío el abandono de su religión. Ahora el Judaísmo Mesiánico ofrece una manera más cómoda para el judío: sin dejar su religión, puede ser también cristiano.
Sin embargo, en la conversión de cristianos gentiles al Judaísmo Mesiánico (que es lo opuesto a la razón de ser del movimiento) vemos algunos peligros para los primeros. 

ellos  CRÍTICAn  eL NUEVO TESTAMENTO escrito en GRIEGO

Los principios esenciales de la fe cristiana están fundamentados en lo que declara el Nuevo Testamento griego. Este documento histórico del cristianismo ha sido traducido de los manuscritos originales a miles de lenguas y dialectos en el mundo. Dichos manuscritos originales en lengua griega existen físicamente en museos, bibliotecas, templos, etc., y datan desde el siglo II después de Cristo, hasta la época en que se inventó la imprenta y dejaron de escribirse a mano.
Ahora algunos judíos mesiánicos afirman que estos manuscritos griegos no son confiables, porque están corruptos con ideas y doctrinas introducidas en ellos por los cristianos gentiles de los primeros siglos y después por la Iglesia Católica. Dicen que los auténticos manuscritos originales del Nuevo Testamento fueron escritos en hebreo o arameo, y que estos manuscritos griegos no son más que malísimas traducciones de aquéllos, amañados y corrompidos (como ya advertimos) con ideas y doctrinas de los primeros cristianos gentiles y del catolicismo romano.
Por ejemplo, el autor de un libro titulado El Código Real (del cual hablaremos más adelante) escribe así en la introducción del mismo:
…mientras que al cabo del tiempo los cristianos, asegurándole al imperio que ellos no tenían nada que ver con los judíos ni con el judaísmo, poco a poco ganaron la simpatía de Roma y finalmente lograron cristianizar incluso el imperio mismo.
Para entonces, el cristianismo surgió como la religión oficial del imperio, completamente divorciado de sus raíces judías, y teniendo ahora, bajo su control, todas las sinagogas, rollos y documentos judíos que existían, incluyendo los manuscritos hebreos y griegos de lo que más tarde fue llamado Nuevo Testamento.
Con tanto poder disponible, los líderes cristianos del Santo Imperio se aseguraron que los escritos apostólicos que tenían en sus manos respondieran a sus intereses doctrinales más que a la realidad textual de donde provenían. Y en vez de preguntarse qué dice realmente el texto original, se preguntaban cómo podemos hacer que esto afirme nuestra posición. El resultado fue la corrupción textual del Nuevo Testamento.
Esto es lo que explica en parte, las más de 200,000 (doscientas mil) variantes textuales (término que usan los expertos para identificar las diferencias entre los manuscritos en cuanto a palabras, frases, ortografía, etc.) que han sido encontradas en una lista de alrededor de 5 mil manuscritos griegos del Nuevo Testamento, la mayoría de los cuales fueron alterados y corrompidos tendenciosamente.
No estamos hablando aquí simplemente de un error del escriba mientras se hacían copias de un texto para algunas comunidades o personalidades imperiales, sino de abusos premeditados, eliminando o introduciendo palabras en textos claves, a fin de favorecer la doctrina de la iglesia que ahora, unida al poder del imperio, tenía total y absoluto poder en sus manos para hacer y decidir lo que quisiera.
Por esta idea que tienen los judíos mesiánicos del texto griego, es que a cada rato aparece por ahí una versión mesiánica nueva. Todas pretenden restaurar el texto a su pureza hebraica. Así tenemos El Código Real (el anteriormente mencionado), la Traducción Kadosh Israelita Mesiánica, la Versión Israelita Nazarena, Biblia Brit Xadasha Judía Ortodoxa, Shem Tov (sólo el evangelio de Mateo) y otras.
Dar crédito a esta enseñanza implica serios riesgos para el cristiano por tres razones:
1.- Porque le hace perder la fe en lo que dice el Nuevo Testamento griego, que es la base del Nuevo Testamento que aparece en todas nuestras biblias actuales y de donde hemos aprendido lo que sabemos sobre el Evangelio. Desde la hora en punto en que alguien crea en esto que divulgan los judíos mesiánicos, le colocaron en su mente un argumento para mirar con profunda desconfianza todo cuanto diga nuestro Nuevo Testamento, puesto que la lógica lo llevará a pensar: ¿estará esto que dice aquí entre las corrupciones introducidas por la Iglesia Católica?
2.- Porque no es cierto lo que dicen sobre la malísima traducción y corrupción de los manuscritos griegos por parte de los primeros cristianos gentiles y el catolicismo romano, tratando de modificar lo que estaba escrito en los supuestos manuscritos hebreos. Eso es una falacia que se desmiente con cuatro evidencias: (A) una de carácter lógico, (B) la segunda de carácter documental, (C) la tercera de carácter histórico y arqueológico y (D) la última de carácter teológico.
 La evidencia lógica nos señala algo sumamente sensato y de sentido común. Lo escrito en el Nuevo Testamento (cuyos destinatarios pueden ser identificados) nos dice con indiscutible certeza de que la mayor parte estuvo dirigida a personas del mundo gentil (greco-romano), no a judíos. Por ejemplo: El evangelio de Lucas y los Hechos fueron escritos para Teófilo. Obviamente un nombre o un tratamiento honorífico no judío. Se refuerza la idea de que no es judío por el título que se adjunta en el evangelio, que es el de un funcionario romano: “Excelentísimo” (Lc. 1.3Hch. 1.123.2624.326.25). De las trece epístolas de Pablo, nueve están dirigidas a congregaciones en ciudades o regiones gentiles, no judías: Roma, Corinto, Galacia, Éfeso, Filipos, Colosas y Tesalónica. Otra fue escrita para un griego (Gl. 2.3) . Dos están escritas para un medio judío que no practicaba la religión judía (Hch. 16.1-3). El hecho de que Timoteo no estuviera circuncidado ya siendo un joven, demuestra que por tener un padre griego (aunque su madre era judía creyente) Timoteo no practicaba la religión judía.
-Por eso, ¿a quién se le ocurre pensar que todas estas cartas fueron escritas en hebreo o arameo, si el idioma que se hablaba y se leía en todos esos lugares era el griego koiné? Y aun cuando hubiera judíos de la diáspora entre esas congregaciones, ellos también hablaban el griego como los gentiles, porque era el idioma que se hablaba en toda la parte oriental del Imperio Romano. Inclusive, los judíos de la diáspora hablaban, no solamente el griego, que diríamos era el idioma oficial, sino también los idiomas de las regiones donde ellos vivían (Hch. 2.5-11).
-¿Qué necesidad tenía Pablo de escribir sus cartas a congregaciones gentiles en hebreo o arameo (idiomas desconocidos en todos esos lugares del mundo gentil), cuando los cristianos judíos y gentiles lo que hablaban era el griego, y él sabía griego? Eso es tan ilógico y absurdo como si un pastor de la China, que supiera escribir en inglés, le hiciera una carta a una congregación en los Estados Unidos, escrita en chino, cuando lo que se habla aquí es el inglés. De igual manera sería muy absurdo que Pablo hubiera escrito sus cartas en hebreo o arameo a congregaciones que lo que hablaban era el griego, cuando él sabía griego (Hch. 21.37).
En un video que aparece en youtube patrocinado por los defensores del Código Real, entre ellos su autor, se citan las opiniones de tres padres de la iglesia para defender la tesis de que el Nuevo Testamento fue escrito originalmente en hebreo y no en griego. Las citas en cuestión son de Papías, Clemente de Alejandría y Jerónimo. Los comentarios del video comienzan así:
La teoría de un original hebreo del Nuevo Testamento tiene bases históricas muy antiguas. Descubrimos que posiblemente algunos de los padres de la iglesia tuvieron acceso a ciertos manuscritos hebreos según se cita en sus escritos.
Ante todo es necesario aclarar que de estas citas que siguen de los padres de la iglesia, no se puede deducir que ellos “tuvieron acceso a ciertos manuscritos hebreos”, eso es una exageración de los productores del video. Los padres de la iglesia no dicen objetivamente en estas citas que ellos vieron y leyeron estos manuscritos en hebreo. Por la forma de escribir uno puede deducir que simplemente están escribiendo sobre lo que oyeron decir.
Las tres citas en cuestión son las siguientes:
1ª cita: Papías en el año 150 de nuestra era dice: “Mateo compuso sus oráculos en lengua hebrea y cada cual según pudo, lo tradujo al griego”.
2ª cita: Clemente de Alejandría en el año 200 de nuestra era dice: “La epístola de los hebreos fue escrita por Pablo a los judíos en su propia lengua hebrea, pero fue cuidadosamente traducida por Lucas y publicada entre los griegos”.
3ª cita: Jerónimo en el 380 de nuestra era, hablando de Pablo dice: “Él, siendo judío, escribió en hebreo, su propia lengua y en la que tenía mayor fluencia; y las cosas más importantes escritas en hebreo, fueron cuidadosamente traducidas al griego”.
Ahora bien, es necesario aclarar ciertas cosas:
Primero que la cita de Papías no aparece en alguna obra autógrafa de este padre de la iglesia del año 150 (dicha obra no existe como documento). La cita es una mención mucho más tardía de Eusebio de Cesarea (275-339) en su Historia Eclesiástica. Así que no es una cita tomada directamente de Papías, sino de Eusebio de Cesarea.
Lo otro es que los productores del video fabrican un fraude con la cita de Jerónimo. De la manera en que citan lo dicho por este padre de la iglesia (mutilando y cambiando parte de lo que él dijo) pareciera como que Pablo escribió todas sus epístolas en hebreo. Pero lo cierto es que esas palabras Jerónimo las escribió en su obra titulada “Vida de Hombres Ilustres”, con el fin de explicar por qué él creía que la Epístola a los Hebreos era de Pablo. La cita completa de Jerónimo (sin mutilaciones ni cambios) es esta:
La epístola que se llama la Epístola a los Hebreos no se considera suya, debido a su diferencia de las otras en el estilo y el lenguaje; pero se le cuenta, ya sea de acuerdo con Tertuliano ser obra de Bernabé; o según otros, por el evangelista Lucas o Clemente, después obispo de la iglesia de Roma, que dicen, arregló y adornó las ideas de Pablo en su propia lengua; ya que Pablo estaba escribiendo a los hebreos y estaba en descrédito con ellos y puede haber omitido su nombre en la salutación por esa razón. Él, siendo un hebreo escribió en hebreo, es decir en su propia lengua con más fluidez, mientras que las cosas que estaban escritas en hebreo elocuentemente se volvieron más elocuentes en griego y esta es la razón por la que parece diferir de las otras epístolas de Pablo.
Así que estas palabras de Jerónimo sólo valen (como las de Clemente) para la Epístola a los Hebreos. Sin embargo no deja de causar asombro y malestar saber que hay personas como estas, que dicen llamarse cristianos mesiánicos con un alto nivel académico, y que son capaces de crear fraudes de esta naturaleza, con el fin de engañar a los que no conocen, y hacerles creer que todas las epístolas de Pablo fueron escritas en hebreo.
Papías sería el mejor informado de los tres por cuanto vivió cerca de los acontecimientos: nació en el año 69 y murió en el 150. Ahora bien, en la información de Papías, deberíamos tener también en cuenta lo que NO DICE y no tan sólo lo que dice. Él NO DICE que todo el Nuevo Testamento fue escrito en hebreo (tesis mesiánica). Sólo dice tal cosa del evangelio de Mateo. Por eso la cita de Papías no aporta una prueba contundente a la tesis mesiánica de que el Nuevo Testamento completo fue escrito en hebreo. Si lo que dice Papías fuera cierto, ¿el hecho de que Mateo haya escrito su evangelio en hebreo, prueba que todo el Nuevo Testamento fue escrito en ese idioma?
También la cita de Papías desacredita la otra tesis mesiánica de que todas las congregaciones de la iglesia primitiva leían el hebreo. Si esto era así, ¿por qué cada cual tradujo al griego este evangelio de la manera en que mejor pudo, en una fecha tan temprana como la primera parte del siglo II? La necesidad de una traducción en esta fecha tan inmediata nos dice sin lugar a dudas que los receptores de las traducciones no sabían leer el hebreo; pues si así hubiera sido el evangelio de Mateo se habría copiado, no se habría traducido.
En cuanto a las citas de Clemente y de Jerónimo, si fue Pablo realmente quien escribió la Epístola a los Hebreos (hoy los expertos no lo aseguran) es obvio que la escribiera en el idioma de ellos. Si de una escritura del Nuevo Testamento no debiéramos poner en duda su original hebreo es el de esta epístola.
Sin embargo hay tres asuntos en la cita de Clemente que deben ser analizados con más cuidado:
Primero: Él, al igual que Papías, NO DICE que fue todo el Nuevo Testamento el que se escribió en hebreo, sino sólo la epístola a los judíos; por lo tanto su cita no prueba definitivamente la tesis mesiánica.
Segundo: ¿Por qué tan temprano la epístola tuvo que ser traducida al griego, nada menos que por Lucas, un compañero de Pablo en sus viajes misioneros? Obvio, lo dice la misma cita: “para publicarla entre los griegos”. Entonces esto prueba lo que ya hemos sugerido anteriormente: las congregaciones gentiles por donde Pablo y Lucas pasaban no leían el hebreo, sino el griego. Este testimonio de Clemente lejos de afirmar la tesis mesiánica la desmiente. Si Lucas tuvo necesidad de traducir al griego la Epístola a los Hebreos, fue para que la pudieran leer los cristianos gentiles que no conocían el hebreo, sino el griego. Entonces, ¿cómo se le ha de ocurrir a alguien que Pablo escribió sus epístolas a las iglesias gentiles en hebreo?
Tercero: Clemente así como Jerónimo, dicen que Lucas hizo una traducción cuidadosa. O sea, la traducción al griego, por lo menos de la Epístola a los Hebreos, no fue una traducción amañada y corrupta, como dicen algunos judíos mesiánicos de hoy sobre el Nuevo Testamento griego.
También la misma Escritura nos aporta testimonios por medio de los cuales pudiéramos deducir que Pablo escribía sus cartas en griego y no en hebreo. Hay algunos pasajes donde se puede comprobar que Pablo no escribió directamente sus epístolas, sino que tuvo “secretarios”.
En Romanos 16.22 leemos: Yo Tercio, que escribí la epístola, os saludo en el Señor.
La Epístola a los Romanos no fue escrita por Pablo, sino por Tercio. Obviamente Tercio no es un nombre judío, sino romano. Por tal motivo se puede afirmar con toda certeza que quien escribió esta carta de Pablo para una iglesia de gentiles fue un gentil.
Gl. 6.11: Mirad con cuán grandes letras os escribo de mi propia mano.
1 Co. 16.21: Yo, Pablo, os escribo esta salutación de mi propia mano.
Col. 4.18: Esta salutación es de mi propia mano, de Pablo.
2 Ts. 3.17: La salutación es de mi propia mano, de Pablo, que es el signo en toda carta mía. Así escribo.
Flm. 19: Yo, Pablo, lo escribo de mi mano: yo lo pagaré…
Seis cartas de Pablo a los gentiles que él no escribió sino sus ayudantes: Tercio, Lucas u otros. Él escribió solamente el saludo de despedida al final. Y en una de esas cartas (Segunda de Tesanolicenses) dice que así era como lo hacía siempre. De lo cual podemos concluir que en las otras siete cartas enviadas por él ocurrió lo mismo, aunque no aparezca en los textos de esas siete epístolas la aclaración que aparece en las seis que citamos.
Partiendo de los datos que nos aportan las epístolas señaladas y las citas de Clemente y de Jerónimo, pudiéramos muy bien suponer que Lucas y Tercio escribieran, no sólo el tercer evangelio, los Hechos, Romanos y Hebreos, sino también otras epístolas paulinas.
Ahora bien, el nombre “Lucas” es un nombre griego (Loukas) y “Tercio” ya dijimos es un nombre romano que procede del latín “tertius” (tercero). Una buena pregunta sería: ¿Un griego y un romano escribiendo las cartas de Pablo en hebreo o arameo (idiomas en desuso entre las naciones), para iglesias gentiles cuyo idioma y cultura eran el griego? Parece y es un gran anacronismo.
El mismo autor del Código Real en una conferencia promocional de este libro dice que tiene planes de hacer una traducción al inglés de otro de sus libros titulado “¿Por qué los Judíos no Aceptan a Jesús?” Pero dice que para ese trabajo no puede usar a un hispano, sino a un anglosajón, y cito textualmente sus palabras:
Yo nunca voy a tomar a una persona cuya lengua materna no sea el inglés para esa traducción, nunca, porque no será lo mejor. Uno tiene que buscar una persona que sea hija de esa cultura, que conozca bien esas cosas, para lograr el mejor trabajo posible.
Este señor tiene el cuidado de buscar a un anglosajón para traducir su libro, porque un anglosajón será el único que podrá expresar correctamente sus ideas hispanas en la cultura anglosajona y en el idioma inglés. Cosa que no podrá hacer un hispano por cuanto, aunque hable y escriba el inglés, no es hijo de la cultura anglosajona.
Si este señor tiene tal cuidado para la traducción de su libro, ¿no habría de tenerlo con mucha mayor razón nuestro Gran Señor para dar a conocer su mensaje de salvación al mundo gentil?
El mensaje del Evangelio conforme al propósito de Dios fue un mensaje (primero para los judíos, cierto); pero más allá que eso, fue un mensaje universal, para toda la humanidad. (Mt. 12.18,21Lc. 2.32Hch. 9.15Hch.13.46-49Hch. 14.27Hch. 18.5,6Hch. 22.21Hch. 28.25-29) No fue un mensaje confinado o circunscrito al pequeño y estrecho mundo judío de aquel momento. El mundo y la cultura a las cuales estuvo dirigido el Nuevo Testamento fue el mundo gentil y a la cultura greco-romana, que dominaba todo el Mediterráneo, desde el Estrecho de Gibraltar hasta las costas de Palestina; desde Africa hasta el norte de Europa. ¿Cómo habría de escogerse para la divulgación del Nuevo Testamento un idioma que no se hablaba entre esa gente? Absolutamente ilógico.
En el orden histórico y arqueológico es enteramente razonable admitir que el Evangelio tiene un trasfondo cultural así como un origen hebreo. Cristo fue judío, los doce apóstoles y Pablo también lo fueron, la tierra donde se proclamó el Evangelio por primera vez fue la tierra de Israel, el idioma en que Cristo proclamó esa verdad fue el idioma que se hablaba en la tierra de Israel, y este obviamente no era el griego.
Pero el Señor no escribió una sola palabra (en ningún idioma). Su vida y su predicación fueron grabadas en las mentes de sus seguidores y decenios después de su muerte algunos de ellos las escribieron. ¿En qué idioma lo escribieron y para quiénes lo escribieron? Esa es la cuestión.
Por eso es importante tener en cuenta que en el Nuevo Testamento también se demuestra, sin lugar a dudas, que los no judíos (los llamados gentiles) fueron rápidamente incorporados al Camino, primero por Pedro (Hechos 10) y después por la obra misionera de algunos que fueron expulsados de Jerusalén (Hch. 11.17-26). Más tarde y en mayor número por Pablo y Bernabé. O sea, que ya en el siglo primero había comunidades cristianas gentiles numerosas cuyo idioma no era el hebreo ni el arameo, sino el griego.
Es tema favorito entre los judíos mesiánicos usar el texto de Hechos 6.1 para decir que los “griegos” del Nuevo Testamento no eran tales, sino judíos que habían adoptado el idioma griego y la cultura griega.
Ahora bien, si nos fijamos en el texto de Hechos 2.10 vamos a encontrar que dice lo siguiente sobre las personas que estaban reunidas en Jerusalén el día de Pentecostés: “Frigia y Panfilia, Egipto y las regiones de África más allá de Cirene, y romanos aquí residentes, tanto judíos como prosélitos.” Esto nos dice que los “griegos” que había en Jerusalén en ese tiempo no eran solamente judíos helénicos, sino también prosélitos, o sea, nacionales de Grecia (gentiles) convertidos al judaísmo, que eran personas muy diferentes de los judíos helénicos en cuanto a su origen. Así, los “griegos” de Hechos 6.1 bien pudieron ser “griegos de verdad”.
Por eso nos parece una exageración de los judíos mesiánicos cuando afirman que “todos” los griegos que se mencionan en el Nuevo Testamento fueran judíos helénicos.
Por eso también,  la evidencia histórica y arqueológica nos señala que muchísimos de estos manuscritos griegos fueron copiados para esas comunidades de gentiles muchos años antes de que el cristianismo se convirtiera en la religión oficial del Imperio Romano o que existiera la Iglesia Católica.
Particularmente los papiros (fragmentos), que son los más antiguos, datan algunos de los siglos II y III . Veamos dos ejemplos: El papiro P46 consta de 86 hojas y contiene la epístola a los Hebreos y ocho epístolas de Pablo: Romanos, Primera y Segunda de Corintios, Efesios, Gálatas, Filipenses, Colosenses y Primera de Tesalonicenses. Este papiro se suele datar entre los años 180 al 200. Sin embargo se ha propuesto una nueva datación: según esta nueva datación este papiro sería del año 85. El papiro P66, que consta de 108 páginas y contiene prácticamente en su totalidad el evangelio de Juan, data del año 200. Aunque el papirólogo Herbert Hunger lo ha datado como del año 125. Así hay 128 papiros de diversas fechas, que van desde el siglo II hasta el VII. Según los expertos, por el contenido de estos papiros se puede reconstruir el texto griego del Nuevo Testamento en un 67 %.
 Ahora bien, si lo que dice el autor del Código Real fuera cierto?, pues los jerarcas religiosos de entre los arrianos durante esta época de su gran predominio en el Imperio Romano, hubieran borrado o cambiado en los manuscritos griegos todas las palabras y las frases que sirven como fundamento para creer en la divinidad de Cristo, y así establecer su doctrina en los mismos manuscritos griegos de que Cristo no es Dios.
Sin embargo, los textos en el Nuevo Testamento griego de todos los manuscritos antiguos donde se enseña que Cristo es Dios, permanecen intactos. Desde Juan 1.1 hasta el último. Lo que demuestra que los jerarcas de la iglesia cristiana arriana no hicieron cambios en los manuscritos griegos, a pesar de su gran poder y predominio durante esa etapa primitiva.
¿A quién va a engañar el autor del Código Real? Nos dice que en esa época de tanta convulsión y divisiones internas, los líderes cristianos del Santo Imperio tenían tanto poder disponible que se aseguraron de que los escritos apostólicos que tenían en sus manos respondieran a sus intereses doctrinales más que a la realidad textual de donde provenían. O sea, que la jerarquía de la iglesia tenía un poder tan absoluto sobre ella, que hasta los numerosos y disgregados manuscritos griegos que existían (papiros, códices, pergaminos, etc.) estaban bajo estricto control. Solamente a un ignorante de la historia le podrá pasar esa falsedad como una verdad.
3.- La tercera razón por la que un cristiano corre riesgos en creer la falacia sobre el Nuevo Testamento griego que divulgan los judíos mesiánicos es la siguiente, y quizás la de más peso: Los supuestos manuscritos en hebreo y arameo del Nuevo Testamento NO EXISTEN en ningún lugar del mundo. Esto es otra falacia para engañar a incautos o ignorantes. Los judíos mesiánicos no pueden decir de sus supuestos manuscritos hebreos, lo que puede decir cualquier cristiano medianamente informado sobre los manuscritos griegos: están en tal o cual lugar y datan de ésta o aquélla fecha. Si físicamente existieran esos manuscritos (y no tan sólo en la mente y en los argumentos de ellos), pues los expertos, tanto judíos mesiánicos como los que no lo son, podrían hacer una comparación entre los manuscritos hebreos y los griegos y llegar a una conclusión, que daría la razón a unos o a otros. Pero simplemente no se puede hacer eso porque tales manuscritos hebreos (repetimos) NO EXISTEN.
Ahora bien, los judíos mesiánicos fundamentan doctrinas tan esenciales como la cristología, la salvación del hombre y otras, en lo que supuestamente dicen los manuscritos hebreos y arameos. Pero como estos manuscritos (insistimos) NO EXISTEN por ninguna parte, entonces cada uno de ellos puede decir lo que mejor le parezca sobre estas doctrinas fundamentales de la fe cristiana.
Y he aquí entonces el peligro: Si un cristiano pierde la fe en lo que le dice el Nuevo Testamento griego respecto a la Divinidad de Cristo, a la Personalidad y Divinidad del Espíritu Santo, la justificación por la fe, la salvación por gracia y otros temas fundamentales de la fe cristiana ¿en qué habrá de creer? Bueno, pues, obligatoriamente tiene que creer en lo que le digan los rabinos judíos mesiánicos, por cuanto los supuestos manuscritos hebreos y arameos del Nuevo Testamento no existen. Ahora bien, lo que dicen los rabinos mesiánicos es una babel de ideas y doctrinas diferentes. Y siempre en estos casos se encuentra mezclada la verdad con el sofisma y la falsedad. El cristiano se enfrentará al peligro de una gran confusión.

ojo!!! LA DISTORSIÓN A LA DOCTRINA DE LA JUSTIFICACIÓN POR FE Y LA SALVACIÓN POR GRACIA

La doctrina de la justificación por fe y la salvación por gracia es otro de los grandes pilares fundamentales del evangelio, que los judíos mesiánicos distorsionan de alguna manera.
En el Nuevo Testamento y muy especialmente en las epístolas paulinas, aparece el mensaje de que el hombre está condenado al castigo eterno sin remedio alguno.
Por causa de su estado de pecado irremediable, no puede hacer algo por sí mismo para alcanzar la justificación. Ni tampoco puede hacer algo para salvarse a sí mismo.
Dice en Ro. 3.9-12: ¿Qué, pues? ¿Somos nosotros mejores que ellos? ¡De ninguna manera!, pues hemos demostrado que todos, tanto judíos como gentiles, están bajo el pecado. Como está escrito: No hay justo, ni aun uno; no hay quien entienda, no hay quien busque a Dios. Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles; no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno.
En esta condición de pecado irremediable, el hombre (sea judío o gentil) no puede hallar la salvación por medio de la observancia de la Ley de Dios. No porque la Ley sea inútil o incapaz de darle perfección y salvación al hombre, sino porque el inútil y el incapaz es el hombre mismo.
Si combinamos dos textos, uno de Santiago y el otro de Pablo, vamos a encontrar la evidencia de esta verdad:
Stg. 2.10,11: …porque cualquiera que guarde toda la Ley, pero ofenda en un punto, se hace culpable de todos, pues el que dijo: «No cometerás adulterio», también ha dicho: «No matarás». Ahora bien, si no cometes adulterio, pero matas, ya te has hecho transgresor de la Ley.
Esto que nos dice Santiago nos revela que la condición del hombre ante el Juez Supremo es fatal y sin remedio. Si un hombre quiere aparecer como «justo» ante la presencia de Dios por medio de la observancia de la Ley, tiene que guardarla TODA, todo el tiempo. Si la observa toda; pero en algún momento transgrede un punto, ya no sirve nada de lo que hizo, se ha hecho culpable de toda la Ley (aun de la parte que guardó). No va a aparecer como «justo» ante Dios, sino como transgresor de la Ley.
Pablo escribe unas palabras que corroboran lo dicho por Santiago y nos revelan algo más terrible todavía en la condición espiritual del hombre, que quiere ganarse el ser «justo» delante de Dios mediante la observancia de la Ley. Veamos:
Gl. 3.10: Todos los que dependen de las obras de la Ley están bajo maldición, pues escrito está: «Maldito sea el que no permanezca en TODAS las cosas escritas en el libro de la Ley, para cumplirlas».
Veamos cómo traduce este texto la Versión Popular Dios Habla Hoy: Quienes ponen su confianza en la ley están bajo maldición, porque la Escritura dice: “Maldito sea el que no cumple fielmente TODO lo que está escrito en el libro de la ley.
¿Cómo puede escapar el hombre de esta terrible maldición de la Ley? La lógica del texto nos dice algo muy fácil de entender: Si cumple fielmente TODO lo que está escrito en el libro de la Ley. Si cumple con fidelidad TODO, todo el tiempo, sin ninguna transgresión, no estará bajo maldición. Y es obvio que así es como únicamente un hombre puede ser justificado y salvado mediante la observancia de la Ley.
Ahora bien, la pregunta clave sería: ¿Dónde está el hombre que puede hacer tal cosa?
Por eso es que quien vino para salvar al ser humano mediante un acto de gracia es Jesucristo, quien sí ganó, por su obediencia perfecta a la Ley, la condición de «Justo». Bien lo expresa el apóstol Pablo en Romanos 8.3,4: Lo que era imposible para la Ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado, y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne, para que la justicia de la Ley se cumpliera en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu. En Hch. 13.38,39: Sabed, pues, esto, hermanos: que por medio de él se os anuncia perdón de pecados, y que de todo aquello de que no pudisteis ser justificados por la Ley de Moisés, en él es justificado todo aquel que cree.
De esta manera el hombre es justificado y salvado, no porque llegue al estado de «justo» en la observancia de la Ley, sino porque Jesucristo le imputa su justicia, lo justifica y lo salva por un acto de gracia, cuando el pecador pone su fe en Él. A eso es a lo que llamamos “la justificación por fe” y la “salvación por gracia”, sin la observancia de la Ley.
Así lo expresó muy bien Pablo en Gálatas 2.16: …sabiendo que el hombre no es justificado por las obras de la Ley, sino por la fe de Jesucristo, nosotros también hemos creído en Jesucristo, para ser justificados por la fe de Cristo y no por las obras de la Ley, por cuanto por las obras de la Ley nadie será justificado.
En Gálatas 2.21: No desecho la gracia de Dios, pues si por la Ley viniera la justicia, entonces en vano murió Cristo.
También lo expresa claramente en Romanos 3.21-28: Pero ahora, aparte de la Ley, se ha manifestado la justicia de Dios, testificada por la Ley y por los Profetas: la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen en él, porque no hay diferencia, por cuanto todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios, y son justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús, a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados, con miras a manifestar en este tiempo su justicia, a fin de que él sea el justo y el que justifica al que es de la fe de Jesús. ¿Dónde, pues, está la jactancia? Queda excluida. ¿Por cuál ley? ¿Por la de las obras? No, sino por la ley de la fe. Concluimos, pues, que el hombre es justificado por la fe sin las obras de la Ley.
Frecuentemente cuando los rabinos mesiánicos predican sobre el tema de la salvación, su insistencia en la observancia de la Toráh es pertinaz. Su preferencia para el tema de la justificación y la salvación no está en una dependencia absoluta de la fe en Cristo y de la gracia, sin la observancia de la Ley. Ocurre con muchos de ellos en la actualidad algo muy similar a lo que pasaba en las iglesias de Antioquía, Galacia y otros lugares con “los de la circuncisión”, a los cuales Pablo combatió sin tregua. Aquéllos decían que la circuncisión y la Ley debían ser observadas también para ser salvos. (Ver)
Por tal motivo sería oportuno tomar varios textos de la Epístola a los Gálatas (y de otras cartas) sobre este tema de la justificación por la fe y no por las obras de la Ley, para hacer una comparación entre lo que dice la Reina-Valera y lo que dice el Código Real. Vamos a descubrir que mientras en la Reina-Valera aparecen con claridad las censuras de Pablo contra la justificación por las obras de la Ley, el Código Real lo que censura es la justificación por la observancia incorrecta (legalista) de la Ley.
Esto nos deja ver que para ellos (los judíos mesiánicos) la observancia correcta de la Ley también forma parte condicional de la justificación y la salvación del hombre. No sólo es la fe y la gracia como enseña Pablo; también es la Ley. Pero ya vimos según Santiago que, aunque el hombre observe todo correctamente, si falla en un punto, ya no le sirve la observancia de la Ley para nada. Es un transgresor. Y Pablo enseña que si el hombre pone su confianza en lo que pueda hacer como guardador de la Ley (aunque lo haga bien, sin legalismos), está bajo maldición, porque no lo puede guardar TODO, como lo demanda la misma Ley
miremos esto:

LA DISTORSIÓN A LA DOCTRINA DE LA JUSTIFICACIÓN POR FE Y LA SALVACIÓN POR GRACIA

La doctrina de la justificación por fe y la salvación por gracia es otro de los grandes pilares fundamentales del evangelio, que los judíos mesiánicos distorsionan de alguna manera.
En el Nuevo Testamento y muy especialmente en las epístolas paulinas, aparece el mensaje de que el hombre está condenado al castigo eterno sin remedio alguno.
Por causa de su estado de pecado irremediable, no puede hacer algo por sí mismo para alcanzar la justificación. Ni tampoco puede hacer algo para salvarse a sí mismo.
Dice en Ro. 3.9-12: ¿Qué, pues? ¿Somos nosotros mejores que ellos? ¡De ninguna manera!, pues hemos demostrado que todos, tanto judíos como gentiles, están bajo el pecado. Como está escrito: No hay justo, ni aun uno; no hay quien entienda, no hay quien busque a Dios. Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles; no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno.
En esta condición de pecado irremediable, el hombre (sea judío o gentil) no puede hallar la salvación por medio de la observancia de la Ley de Dios. No porque la Ley sea inútil o incapaz de darle perfección y salvación al hombre, sino porque el inútil y el incapaz es el hombre mismo.
Si combinamos dos textos, uno de Santiago y el otro de Pablo, vamos a encontrar la evidencia de esta verdad:
Stg. 2.10,11: …porque cualquiera que guarde toda la Ley, pero ofenda en un punto, se hace culpable de todos, pues el que dijo: «No cometerás adulterio», también ha dicho: «No matarás». Ahora bien, si no cometes adulterio, pero matas, ya te has hecho transgresor de la Ley.
Esto que nos dice Santiago nos revela que la condición del hombre ante el Juez Supremo es fatal y sin remedio. Si un hombre quiere aparecer como «justo» ante la presencia de Dios por medio de la observancia de la Ley, tiene que guardarla TODA, todo el tiempo. Si la observa toda; pero en algún momento transgrede un punto, ya no sirve nada de lo que hizo, se ha hecho culpable de toda la Ley (aun de la parte que guardó). No va a aparecer como «justo» ante Dios, sino como transgresor de la Ley.
Pablo escribe unas palabras que corroboran lo dicho por Santiago y nos revelan algo más terrible todavía en la condición espiritual del hombre, que quiere ganarse el ser «justo» delante de Dios mediante la observancia de la Ley. Veamos:
Gl. 3.10: Todos los que dependen de las obras de la Ley están bajo maldición, pues escrito está: «Maldito sea el que no permanezca en TODAS las cosas escritas en el libro de la Ley, para cumplirlas».
Veamos cómo traduce este texto la Versión Popular Dios Habla Hoy: Quienes ponen su confianza en la ley están bajo maldición, porque la Escritura dice: “Maldito sea el que no cumple fielmente TODO lo que está escrito en el libro de la ley.
¿Cómo puede escapar el hombre de esta terrible maldición de la Ley? La lógica del texto nos dice algo muy fácil de entender: Si cumple fielmente TODO lo que está escrito en el libro de la Ley. Si cumple con fidelidad TODO, todo el tiempo, sin ninguna transgresión, no estará bajo maldición. Y es obvio que así es como únicamente un hombre puede ser justificado y salvado mediante la observancia de la Ley.
Ahora bien, la pregunta clave sería: ¿Dónde está el hombre que puede hacer tal cosa?
Por eso es que quien vino para salvar al ser humano mediante un acto de gracia es Jesucristo, quien sí ganó, por su obediencia perfecta a la Ley, la condición de «Justo». Bien lo expresa el apóstol Pablo en Romanos 8.3,4: Lo que era imposible para la Ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado, y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne, para que la justicia de la Ley se cumpliera en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu. En Hch. 13.38,39: Sabed, pues, esto, hermanos: que por medio de él se os anuncia perdón de pecados, y que de todo aquello de que no pudisteis ser justificados por la Ley de Moisés, en él es justificado todo aquel que cree.
De esta manera el hombre es justificado y salvado, no porque llegue al estado de «justo» en la observancia de la Ley, sino porque Jesucristo le imputa su justicia, lo justifica y lo salva por un acto de gracia, cuando el pecador pone su fe en Él. A eso es a lo que llamamos “la justificación por fe” y la “salvación por gracia”, sin la observancia de la Ley.
Así lo expresó muy bien Pablo en Gálatas 2.16: …sabiendo que el hombre no es justificado por las obras de la Ley, sino por la fe de Jesucristo, nosotros también hemos creído en Jesucristo, para ser justificados por la fe de Cristo y no por las obras de la Ley, por cuanto por las obras de la Ley nadie será justificado.
En Gálatas 2.21: No desecho la gracia de Dios, pues si por la Ley viniera la justicia, entonces en vano murió Cristo.
También lo expresa claramente en Romanos 3.21-28: Pero ahora, aparte de la Ley, se ha manifestado la justicia de Dios, testificada por la Ley y por los Profetas: la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen en él, porque no hay diferencia, por cuanto todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios, y son justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús, a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados, con miras a manifestar en este tiempo su justicia, a fin de que él sea el justo y el que justifica al que es de la fe de Jesús. ¿Dónde, pues, está la jactancia? Queda excluida. ¿Por cuál ley? ¿Por la de las obras? No, sino por la ley de la fe. Concluimos, pues, que el hombre es justificado por la fe sin las obras de la Ley.
Frecuentemente cuando los rabinos mesiánicos predican sobre el tema de la salvación, su insistencia en la observancia de la Toráh es pertinaz. Su preferencia para el tema de la justificación y la salvación no está en una dependencia absoluta de la fe en Cristo y de la gracia, sin la observancia de la Ley. Ocurre con muchos de ellos en la actualidad algo muy similar a lo que pasaba en las iglesias de Antioquía, Galacia y otros lugares con “los de la circuncisión”, a los cuales Pablo combatió sin tregua. Aquéllos decían que la circuncisión y la Ley debían ser observadas también para ser salvos. (Ver)
Por tal motivo sería oportuno tomar varios textos de la Epístola a los Gálatas (y de otras) sobre este tema de la justificación por la fe y no por las obras de la Ley, para hacer una comparación entre lo que dice la Reina-Valera y lo que dice el Código Real. Vamos a descubrir que mientras en la Reina-Valera aparecen con claridad las censuras de Pablo contra la justificación por las obras de la Ley, el Código Real lo que censura es la justificación por la observancia incorrecta (legalista) de la Ley.
Esto nos deja ver que para ellos (los judíos mesiánicos) la observancia correcta de la Ley también forma parte condicional de la justificación y la salvación del hombre. No sólo es la fe y la gracia como enseña Pablo; también es la Ley. Pero ya vimos según Santiago que, aunque el hombre observe todo correctamente, si falla en un punto, ya no le sirve la observancia de la Ley para nada. Es un transgresor. Y Pablo enseña que si el hombre pone su confianza en lo que pueda hacer como guardador de la Ley (aunque lo haga bien, sin legalismos), está bajo maldición, porque no lo puede guardar TODO, como lo demanda la misma Ley.
miremos esto:

LA DISTORSIÓN A LA DOCTRINA DE LA JUSTIFICACIÓN POR FE Y LA SALVACIÓN POR GRACIA

La doctrina de la justificación por fe y la salvación por gracia es otro de los grandes pilares fundamentales del evangelio, que los judíos mesiánicos distorsionan de alguna manera.
En el Nuevo Testamento y muy especialmente en las epístolas paulinas, aparece el mensaje de que el hombre está condenado al castigo eterno sin remedio alguno.
Por causa de su estado de pecado irremediable, no puede hacer algo por sí mismo para alcanzar la justificación. Ni tampoco puede hacer algo para salvarse a sí mismo.
Dice en Ro. 3.9-12: ¿Qué, pues? ¿Somos nosotros mejores que ellos? ¡De ninguna manera!, pues hemos demostrado que todos, tanto judíos como gentiles, están bajo el pecado. Como está escrito: No hay justo, ni aun uno; no hay quien entienda, no hay quien busque a Dios. Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles; no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno.
En esta condición de pecado irremediable, el hombre (sea judío o gentil) no puede hallar la salvación por medio de la observancia de la Ley de Dios. No porque la Ley sea inútil o incapaz de darle perfección y salvación al hombre, sino porque el inútil y el incapaz es el hombre mismo.
Si combinamos dos textos, uno de Santiago y el otro de Pablo, vamos a encontrar la evidencia de esta verdad:
Stg. 2.10,11: …porque cualquiera que guarde toda la Ley, pero ofenda en un punto, se hace culpable de todos, pues el que dijo: «No cometerás adulterio», también ha dicho: «No matarás». Ahora bien, si no cometes adulterio, pero matas, ya te has hecho transgresor de la Ley.
Esto que nos dice Santiago nos revela que la condición del hombre ante el Juez Supremo es fatal y sin remedio. Si un hombre quiere aparecer como «justo» ante la presencia de Dios por medio de la observancia de la Ley, tiene que guardarla TODA, todo el tiempo. Si la observa toda; pero en algún momento transgrede un punto, ya no sirve nada de lo que hizo, se ha hecho culpable de toda la Ley (aun de la parte que guardó). No va a aparecer como «justo» ante Dios, sino como transgresor de la Ley.
Pablo escribe unas palabras que corroboran lo dicho por Santiago y nos revelan algo más terrible todavía en la condición espiritual del hombre, que quiere ganarse el ser «justo» delante de Dios mediante la observancia de la Ley. Veamos:
Gl. 3.10: Todos los que dependen de las obras de la Ley están bajo maldición, pues escrito está: «Maldito sea el que no permanezca en TODAS las cosas escritas en el libro de la Ley, para cumplirlas».
Veamos cómo traduce este texto la Versión Popular Dios Habla Hoy: Quienes ponen su confianza en la ley están bajo maldición, porque la Escritura dice: “Maldito sea el que no cumple fielmente TODO lo que está escrito en el libro de la ley.
¿Cómo puede escapar el hombre de esta terrible maldición de la Ley? La lógica del texto nos dice algo muy fácil de entender: Si cumple fielmente TODO lo que está escrito en el libro de la Ley. Si cumple con fidelidad TODO, todo el tiempo, sin ninguna transgresión, no estará bajo maldición. Y es obvio que así es como únicamente un hombre puede ser justificado y salvado mediante la observancia de la Ley.
Ahora bien, la pregunta clave sería: ¿Dónde está el hombre que puede hacer tal cosa?
Por eso es que quien vino para salvar al ser humano mediante un acto de gracia es Jesucristo, quien sí ganó, por su obediencia perfecta a la Ley, la condición de «Justo». Bien lo expresa el apóstol Pablo en Romanos 8.3,4: Lo que era imposible para la Ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado, y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne, para que la justicia de la Ley se cumpliera en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu. En Hch. 13.38,39: Sabed, pues, esto, hermanos: que por medio de él se os anuncia perdón de pecados, y que de todo aquello de que no pudisteis ser justificados por la Ley de Moisés, en él es justificado todo aquel que cree.
De esta manera el hombre es justificado y salvado, no porque llegue al estado de «justo» en la observancia de la Ley, sino porque Jesucristo le imputa su justicia, lo justifica y lo salva por un acto de gracia, cuando el pecador pone su fe en Él. A eso es a lo que llamamos “la justificación por fe” y la “salvación por gracia”, sin la observancia de la Ley.
Así lo expresó muy bien Pablo en Gálatas 2.16: …sabiendo que el hombre no es justificado por las obras de la Ley, sino por la fe de Jesucristo, nosotros también hemos creído en Jesucristo, para ser justificados por la fe de Cristo y no por las obras de la Ley, por cuanto por las obras de la Ley nadie será justificado.
En Gálatas 2.21: No desecho la gracia de Dios, pues si por la Ley viniera la justicia, entonces en vano murió Cristo.
También lo expresa claramente en Romanos 3.21-28: Pero ahora, aparte de la Ley, se ha manifestado la justicia de Dios, testificada por la Ley y por los Profetas: la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen en él, porque no hay diferencia, por cuanto todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios, y son justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús, a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados, con miras a manifestar en este tiempo su justicia, a fin de que él sea el justo y el que justifica al que es de la fe de Jesús. ¿Dónde, pues, está la jactancia? Queda excluida. ¿Por cuál ley? ¿Por la de las obras? No, sino por la ley de la fe. Concluimos, pues, que el hombre es justificado por la fe sin las obras de la Ley.
Frecuentemente cuando los rabinos mesiánicos predican sobre el tema de la salvación, su insistencia en la observancia de la Toráh es pertinaz. Su preferencia para el tema de la justificación y la salvación no está en una dependencia absoluta de la fe en Cristo y de la gracia, sin la observancia de la Ley. Ocurre con muchos de ellos en la actualidad algo muy similar a lo que pasaba en las iglesias de Antioquía, Galacia y otros lugares con “los de la circuncisión”, a los cuales Pablo combatió sin tregua. Aquéllos decían que la circuncisión y la Ley debían ser observadas también para ser salvos. (Ver)
Por tal motivo sería oportuno tomar varios textos de la Epístola a los Gálatas (y de otras) sobre este tema de la justificación por la fe y no por las obras de la Ley, para hacer una comparación entre lo que dice la Reina-Valera y lo que dice el Código Real. Vamos a descubrir que mientras en la Reina-Valera aparecen con claridad las censuras de Pablo contra la justificación por las obras de la Ley, el Código Real lo que censura es la justificación por la observancia incorrecta (legalista) de la Ley.
Esto nos deja ver que para ellos (los judíos mesiánicos) la observancia correcta de la Ley también forma parte condicional de la justificación y la salvación del hombre. No sólo es la fe y la gracia como enseña Pablo; también es la Ley. Pero ya vimos según Santiago que, aunque el hombre observe todo correctamente, si falla en un punto, ya no le sirve la observancia de la Ley para nada. Es un transgresor. Y Pablo enseña que si el hombre pone su confianza en lo que pueda hacer como guardador de la Ley (aunque lo haga bien, sin legalismos), está bajo maldición, porque no lo puede guardar TODO, como lo demanda la misma Ley.
miremos esto:

LA DISTORSIÓN A LA DOCTRINA DE LA JUSTIFICACIÓN POR FE Y LA SALVACIÓN POR GRACIA

La doctrina de la justificación por fe y la salvación por gracia es otro de los grandes pilares fundamentales del evangelio, que los judíos mesiánicos distorsionan de alguna manera.
En el Nuevo Testamento y muy especialmente en las epístolas paulinas, aparece el mensaje de que el hombre está condenado al castigo eterno sin remedio alguno.
Por causa de su estado de pecado irremediable, no puede hacer algo por sí mismo para alcanzar la justificación. Ni tampoco puede hacer algo para salvarse a sí mismo.
Dice en Ro. 3.9-12: ¿Qué, pues? ¿Somos nosotros mejores que ellos? ¡De ninguna manera!, pues hemos demostrado que todos, tanto judíos como gentiles, están bajo el pecado. Como está escrito: No hay justo, ni aun uno; no hay quien entienda, no hay quien busque a Dios. Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles; no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno.
En esta condición de pecado irremediable, el hombre (sea judío o gentil) no puede hallar la salvación por medio de la observancia de la Ley de Dios. No porque la Ley sea inútil o incapaz de darle perfección y salvación al hombre, sino porque el inútil y el incapaz es el hombre mismo.
Si combinamos dos textos, uno de Santiago y el otro de Pablo, vamos a encontrar la evidencia de esta verdad:
Stg. 2.10,11: …porque cualquiera que guarde toda la Ley, pero ofenda en un punto, se hace culpable de todos, pues el que dijo: «No cometerás adulterio», también ha dicho: «No matarás». Ahora bien, si no cometes adulterio, pero matas, ya te has hecho transgresor de la Ley.
Esto que nos dice Santiago nos revela que la condición del hombre ante el Juez Supremo es fatal y sin remedio. Si un hombre quiere aparecer como «justo» ante la presencia de Dios por medio de la observancia de la Ley, tiene que guardarla TODA, todo el tiempo. Si la observa toda; pero en algún momento transgrede un punto, ya no sirve nada de lo que hizo, se ha hecho culpable de toda la Ley (aun de la parte que guardó). No va a aparecer como «justo» ante Dios, sino como transgresor de la Ley.
Pablo escribe unas palabras que corroboran lo dicho por Santiago y nos revelan algo más terrible todavía en la condición espiritual del hombre, que quiere ganarse el ser «justo» delante de Dios mediante la observancia de la Ley. Veamos:
Gl. 3.10: Todos los que dependen de las obras de la Ley están bajo maldición, pues escrito está: «Maldito sea el que no permanezca en TODAS las cosas escritas en el libro de la Ley, para cumplirlas».
Veamos cómo traduce este texto la Versión Popular Dios Habla Hoy: Quienes ponen su confianza en la ley están bajo maldición, porque la Escritura dice: “Maldito sea el que no cumple fielmente TODO lo que está escrito en el libro de la ley.
¿Cómo puede escapar el hombre de esta terrible maldición de la Ley? La lógica del texto nos dice algo muy fácil de entender: Si cumple fielmente TODO lo que está escrito en el libro de la Ley. Si cumple con fidelidad TODO, todo el tiempo, sin ninguna transgresión, no estará bajo maldición. Y es obvio que así es como únicamente un hombre puede ser justificado y salvado mediante la observancia de la Ley.
Ahora bien, la pregunta clave sería: ¿Dónde está el hombre que puede hacer tal cosa?
Por eso es que quien vino para salvar al ser humano mediante un acto de gracia es Jesucristo, quien sí ganó, por su obediencia perfecta a la Ley, la condición de «Justo». Bien lo expresa el apóstol Pablo en Romanos 8.3,4: Lo que era imposible para la Ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado, y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne, para que la justicia de la Ley se cumpliera en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu. En Hch. 13.38,39: Sabed, pues, esto, hermanos: que por medio de él se os anuncia perdón de pecados, y que de todo aquello de que no pudisteis ser justificados por la Ley de Moisés, en él es justificado todo aquel que cree.
De esta manera el hombre es justificado y salvado, no porque llegue al estado de «justo» en la observancia de la Ley, sino porque Jesucristo le imputa su justicia, lo justifica y lo salva por un acto de gracia, cuando el pecador pone su fe en Él. A eso es a lo que llamamos “la justificación por fe” y la “salvación por gracia”, sin la observancia de la Ley.
Así lo expresó muy bien Pablo en Gálatas 2.16: …sabiendo que el hombre no es justificado por las obras de la Ley, sino por la fe de Jesucristo, nosotros también hemos creído en Jesucristo, para ser justificados por la fe de Cristo y no por las obras de la Ley, por cuanto por las obras de la Ley nadie será justificado.
En Gálatas 2.21: No desecho la gracia de Dios, pues si por la Ley viniera la justicia, entonces en vano murió Cristo.
También lo expresa claramente en Romanos 3.21-28: Pero ahora, aparte de la Ley, se ha manifestado la justicia de Dios, testificada por la Ley y por los Profetas: la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen en él, porque no hay diferencia, por cuanto todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios, y son justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús, a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados, con miras a manifestar en este tiempo su justicia, a fin de que él sea el justo y el que justifica al que es de la fe de Jesús. ¿Dónde, pues, está la jactancia? Queda excluida. ¿Por cuál ley? ¿Por la de las obras? No, sino por la ley de la fe. Concluimos, pues, que el hombre es justificado por la fe sin las obras de la Ley.
Frecuentemente cuando los rabinos mesiánicos predican sobre el tema de la salvación, su insistencia en la observancia de la Toráh es pertinaz. Su preferencia para el tema de la justificación y la salvación no está en una dependencia absoluta de la fe en Cristo y de la gracia, sin la observancia de la Ley. Ocurre con muchos de ellos en la actualidad algo muy similar a lo que pasaba en las iglesias de Antioquía, Galacia y otros lugares con “los de la circuncisión”, a los cuales Pablo combatió sin tregua. Aquéllos decían que la circuncisión y la Ley debían ser observadas también para ser salvos. (Ver)
Por tal motivo sería oportuno tomar varios textos de la Epístola a los Gálatas (y de otras) sobre este tema de la justificación por la fe y no por las obras de la Ley, para hacer una comparación entre lo que dice la Reina-Valera y lo que dice el Código Real. Vamos a descubrir que mientras en la Reina-Valera aparecen con claridad las censuras de Pablo contra la justificación por las obras de la Ley, el Código Real lo que censura es la justificación por la observancia incorrecta (legalista) de la Ley.
Esto nos deja ver que para ellos (los judíos mesiánicos) la observancia correcta de la Ley también forma parte condicional de la justificación y la salvación del hombre. No sólo es la fe y la gracia como enseña Pablo; también es la Ley. Pero ya vimos según Santiago que, aunque el hombre observe todo correctamente, si falla en un punto, ya no le sirve la observancia de la Ley para nada. Es un transgresor. Y Pablo enseña que si el hombre pone su confianza en lo que pueda hacer como guardador de la Ley (aunque lo haga bien, sin legalismos), está bajo maldición, porque no lo puede guardar TODO, como lo demanda la misma Ley.
   
   Como ya dije al principio, el Código Real es un invento de su autor, no es una traducción seria de manuscritos antiguos (que no existen), y se comprueba en este versículo. Cuando Pablo dice: “escrito está”, cita un texto en Deuteronomio. Pero ese texto en Deuteronomio para nada dice lo que cita el Código Real. Veamos lo que dice ese texto, no en la Reina-Valera, sino en una versión actual en español de la Toráh:
Dt. 27.26: «Maldito quien no mantenga las palabras de esta Ley, poniéndolas en práctica. – Y todo el pueblo dirá: Amén».
Pero la cita que hace el Código Real de ese versículo de Deuteronomio es esta: «Maldito todo el que destruyendo estos mandamientos y torciéndolos, intente luego permanecer en su propia interpretación de la ley, olvidando las cosas que están escritas en esta ley para vivir por ellas».
El autor del Código Real debía haber tenido por lo menos respeto a su propia Toráh, para no ponerse a decir lo que ella misma no dice. Sin embargo, este texto nos sirve para confirmar lo que ya dijimos: Como los supuestos manuscritos del Nuevo Testamento en hebreo y arameo no existen, pues cada rabino mesiánico puede citar sobre ellos lo que le parezca. Este es un vivo ejemplo de tal fraude.
En conclusión, aunque teniendo mucho más por decir, vale la pena  entonces repetir nuestra advertencia para un cristiano que no quiera ver turbada su fe:
CÍÑASE RIGUROSAMENTE A LO QUE PUEDA ENCONTRAR EN LA BIBLIA.
Ningún rabino mesiánico, por más famoso que sea, debería ser escuchado y mucho menos aceptado, si sus interpretaciones sobre el Antiguo Testamento no aparecen en el Nuevo Testamento de manera explícita.
Por ejemplo: cuando Juan dice: «…pues estas cosas sucedieron para que se cumpliera la Escritura: “No será quebrado hueso suyo”. Y también otra Escritura dice: “Mirarán al que traspasaron”»; puede ponérsele el cuño de la verdad revelada a esa interpretación. Cuando Pablo escribe: «…y todos bebieron la misma bebida espiritual, porque bebían de la roca espiritual que los seguía. Esa roca era Cristo». Se puede creer con plena fe y certeza de que tal interpretación es una verdad revelada. Pero si un rabino mesiánico dice: “este símbolo o aquélla ley de la Toráh significan tal cosa y se cumple o se observa de esta manera”; si eso no está así explícitamente declarado en el Nuevo Testamento, deberían cerrarse los oídos y rechazar tal cosa.
Y esa actitud tiene una gran razón: El cuidado ante el peligro. Cualquiera de estas interpretaciones judío-mesiánicas puede estar basada en el Talmud, en la Cábala o ser un invento del mismo rabino mesiánico.
Y este es otro de los graves peligros que corre la fe de un cristiano: Llegar a creer las alegorías inventadas por los rabinos mesiánicos de hoy, las fábulas e interpretaciones talmúdicas o las supuestas revelaciones místicas de la Cábala, como si fueran la revelación de Dios, la Palabra de Dios.
Este peligro de confundir la verdad de las Escrituras con la fábula no es un problema nuevo. Ha existido siempre. Veamos:
Hay aún muchos obstinados, habladores de vanidades y engañadores, mayormente los de la circuncisión. A esos es preciso tapar la boca, porque trastornan casas enteras enseñando por ganancia deshonesta lo que no conviene. Uno de ellos, su propio profeta, dijo: «Los cretenses son siempre mentirosos, malas bestias, glotones ociosos». Este testimonio es verdadero. Por eso, repréndelos duramente, para que sean sanos en la fe y no atiendan a fábulas judaicas ni a mandamientos de hombres que se apartan de la verdad.
(Tito 1.10-14).
Que nadie os prive de vuestro premio haciendo alarde de humildad y de dar culto a los ángeles (metiéndose en lo que no ha visto), hinchado de vanidad por su propia mente carnal, pero no unido a la Cabeza, en virtud de quien todo el cuerpo, nutriéndose y uniéndose por las coyunturas y ligamentos, crece con el crecimiento que da Dios. Si habéis muerto con Cristo en cuanto a los rudimentos del mundo, ¿por qué, como si vivierais en el mundo, os sometéis a preceptos tales como: «No uses», «No comas», «No toques»? Todos estos preceptos son solo mandamientos y doctrinas de hombres, los cuales se destruyen con el uso. Tales cosas tienen a la verdad cierta reputación de sabiduría, pues exigen cierta religiosidad, humildad y duro trato del cuerpo; pero no tienen valor alguno contra los apetitos de la carne. (Col. 2.18-23).
Como te rogué que te quedaras en Éfeso cuando fui a Macedonia, para que mandaras a algunos que no enseñen diferente doctrina ni presten atención a fábulas y genealogías interminables (que acarrean discusiones más bien que edificación de Dios, que es por fe), así te encargo ahora. El propósito de este mandamiento es el amor nacido de corazón limpio, de buena conciencia y fe no fingida. Algunos, desviándose de esto, se perdieron en vana palabrería.Pretenden ser doctores de la Ley, cuando no entienden ni lo que hablan ni lo que afirman. (1 Ti. 1.3-7).
Recuérdales esto, exhortándolos delante del Señor a que no discutan sobre palabras, lo cual para nada aprovecha, sino que es para perdición de los oyentes. Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que usa bien la palabra de verdad. Pero evita profanas y vanas palabrerías, porque conducirán más y más a la impiedad y su palabra carcomerá como gangrena. Así aconteció con Himeneo y Fileto, que se desviaron de la verdad diciendo que la resurrección ya se efectuó, y trastornan la fe de algunos. (2 Ti. 2.14-18).
Desecha las fábulas profanas y de viejas. Ejercítate para la piedad… (1Ti. 4.7)
Timoteo, guarda lo que se te ha encomendado, evitando las profanas pláticas sobre cosas vanas y los argumentos de la falsamente llamada ciencia, la cual profesando algunos, se desviaron de la fe. La gracia sea contigo. Amén. (1 Ti. 6.20,21).
Pero evita las cuestiones necias, como genealogías, contiendas y discusiones acerca de la Ley, porque son vanas y sin provecho.
(Tito 3.9).
En  conclusión
Me  parece que No hay nada que buscar en esta doctrina y es suficiente saber que el judaísmo mesiánico  distorsiona el verdadero evangelio de Jesucristo, y  que lo único que brinda es confusión.. .CUIDADO CON ESTO!! 







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